Por: José Arsenio Torres
Para quienes le hemos seguido la pista a Luis Fortuño en la vida pública, desde sus dóciles servicios al rossellato hasta su actual candidatura a la gobernación del País, debe resultar claro que su dirección de movimiento es exactamente la contraria de la que ha marcado el pueblo de Puerto Rico durante las últimas seis décadas, incluidas, sorprendentemente, las administraciones diz que estadistas de Luis Ferré, Carlos Romero y Pedro Rosselló. En balance, la dirección de movimiento de las políticas públicas durante esos 68 años ha sido hacia el reconocimiento y afirmación de las circunstancias especiales de Puerto Rico en el conjunto de la órbita hegemónica de los Estados Unidos. De ahí el Estado Libre Asociado como realidad constitucional, para afirmar a Puerto Rico en sus diferencias y fortalecerlo en las conveniencias de su relación con la metrópolis norteamericana. Por eso, aún cuando se trató de gobernadores penepeístas, pensaron siempre en las necesidades particulares de Puerto Rico primero, no empece sus genuflexiones verbales como americanos de acá.El caso de Luis Fortuño es diferente. Se trata de un americanito en Puerto Rico, y trátese de las playas de Vieques, o el Bosque Nacional puertorriqueño del Yunque, o los monumentos históricos —no meras cosas, sino símbolos de la identidad y unidad de conciencia puertorriqueña— Fortuño no cesa en su faena de empujarlos hacia la órbita de poder norteamericano en Puerto Rico. Si le añadimos a eso su afán de entrega lingüística —una especie de federalización del espíritu—, para no mencionar su postración ante la Policía y la Fiscalía federales, tenemos que preguntarnos por qué no corre para gobernador de Montana o alguna de las Dakotas. Nació en Puerto Rico, pero su ideología y valores son de extraterrestre —esto es, de fuera de Puerto Rico. Lo último que se le ha ocurrido es solicitar a la Corte de Distrito de la calle Chardón que imponga el día de las elecciones una papeleta electoral americana, en inglés, para satisfacer a cuatro gatos norteamericanos que estoy seguro que saben más español que todo el inglés que saben sus edecanes legislativos más locuaces. Ese sentido de inferioridad, ese empeño de imitación simia a todo lo americano, lleva a Fortuño y a su Partido al desprecio, a la inferiorización de todo lo puertorriqueño, despreciando su valor autóctono de cultura y de pueblo. Debo concluir: de todos los candidatos a la gobernación es el menos representativo de este pueblo. Es un objeto volador no identificable.La segunda dimensión de esa extranjería de Luis Fortuño reside en afán y determinación política de desmantelar el estado puertorriqueño como se ha venido configurando de 1941 a esta parte: un estado de servicio al pueblo, en todas las dimensiones de su vida práctica: educación, salud, seguridad, transporte, bienestar en su niñez y en su edad avanzada, justicia— tanto en el ámbito judicial como en la legislación económica, con todo y lo flaca y precaria que resulta esa justicia, entre docenas de otros servicios que si el estado no presta nadie los prestaría porque no resultan rentables para la sociedad adquisitiva privada. Con todo y eso, hacia allá es que el señor Fortuño quiere enviar lo que en todos los países civilizados —incluyendo los Estados Unidos— es función y responsabilidad no delegable del estado.En el caso del señor Fortuño este ánimo privatizador no proviene de ninguna convicción filosófica o valorativa, como fue en los casos de Herbert Hoover y Ronald Reagan en los Estados Unidos. Proviene mas bien de unas clientelas de abogado corporativo. A esas clientelas de abogado de bufete corporativo respondió en la Compañía de Fomento, trasteando permisos y bienes patrimoniales en beneficio de lo que después culminó en Paseo Caribe. Como Comisionado Residente no ha actuado como representante del pueblo de Puerto Rico, sino de un partido, de unos intereses corporativo, de unas clientelas de clase, de donde viene y adonde va. Desmantelar el estado para repartírselo a esas clientelas privadas le resulta a Fortuño la cosa más natural del mundo: romper en pedazos la Universidad, la educación pública, la energía eléctrica, el Fondo del Seguro, la Lotería de Puerto Rico —cosas que por un lado de la boca se niegan y por el otro se afirman— sería la consecuencia directa y mínima de sus posturas programáticas.Cumplido desde el poder —que, paradójicamente el pueblo le daría, para que con él lo mandara a reventar— ese diseño radical de privatización, ¿a dónde iría el pueblo a quejarse, cuando las clientelas privadas favorecidas por Fortuño para repartirles el bien común exprimen con patente de corso los escasos recursos de la masa pobre y media? Eso sería entonces un asunto privado, arrégleselas cada uno como pueda. Porque entonces eso ya no sería un asunto de gobierno.El candidato Fortuño ataca la propuesta del Gobernador de contratar, sin vender, la Lotería de Puerto Rico, de tal manera que se obtengan, en forma recurrente, dineros para financiar otros servicios públicos. Pero se va a New York y le ofrece a banqueros inversionistas la venta de esa misma Lotería, de la misma manera que propone y niega, sobre docenas de otros asuntos serios, “soluciones” mágicas, que no duran un día, porque al otro, frente a otro auditorio, propone lo contrario.Tómese otro ejemplo: Niega, hasta que se cae de espalda, que vaya a privatizar la Autoridad de Energía Eléctrica. Eso un día por la tarde, pero al otro día trasciende su compromiso de partirla en pedazos: pasar a la empresa privada la producción de energía, y dejar que la AEE la distribuya. De más está decir que esa sería la peor forma de privatización.Finalmente, toda esa ideología proto-religiosa de la americanización y la privatización a donde conducen es a una práctica política que Benito Mussolini en la Italia de los años veinte y treinta del pasado siglo llamó el estado corporativo, y veinte años más tarde Ayub Khan, un dictador militar de Pakistán llamó funcionalismo. Consiste en ambos casos en que el líder escoge los grupos e intereses que “verdaderamente” representan al pueblo, sin elecciones.Desafortunadamente para Fortuño, en Puerto Rico todavía se celebran elecciones. Ese es el momento, y el lugar, de parar la americanización, la privatización, y el corporativismo y el funcionalismo vultar es de Luis Fortuño.
LF es la extensión de Romero y Rosselló. Critica al ELA y a PR 24/7/365 con el politico Dávila Colón. Golpeó la 936. Dejó a más de 40,000 familias sin habichuelas para pagar el agua, la luz y atentar contra nuestra economia y estabilidad. Actitud que lleva décadas contra lo que somos y lo que tenemos. Prometió resultados y se la pasó el cuatrenio 2004-08 persiguiendo con Bush, Romero y otros. Es un lobo vestido de cordero. Que le importa el pueblo el es millonario y a ellos defiende.
lunes, 18 de agosto de 2008
Fortuño 2008: americanización, privatización, corporatización
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1 comentario:
En verdad que Jose Arsenio no lo puede decir mejor. Este FLIP FLOPtuño no tiene las agallas para enfrentarse a su gente, es republicano - mas republicano que McCain que lo acusan de ser demasiado liberal, es un flojo y pa colmo embustero. Ni siquiera tiene pantalones para ir al foro de los candidatos de los agronómos, los economistas y los ingenieros. Por que no fue? No puede estar tan ocupado. Hello, Anibal es el gobernador y ha ido a todas. Si el gobernador puede sacar el tiempo para estos foros Flojuño lo puede hacer también. Pero no va porque le da miedo que el alacrán le siga dando mas tutazos de los que ha recibido.
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